Navegar en el mar en un velero es para mí una emoción intensa y al mismo tiempo renovante.
En ésta actividad encuentro momentos de adrenalina pura cuando las velas están desplegadas y el viento impulsa el barco a una gran velocidad inclinándolo a tal grado, que puedo tocar el agua con mis manos sin mayor esfuerzo, el sentimiento que envuelve mi alma es el de asombro al reconocer la grandeza de la creación; la fuerza del viento, el ímpetu del mar con sus olas, la maravilla del sol y lo pequeños y vulnerables que los seres humanos somos ante la magnitud de los elementos. Sin embargo, somos bendecidos por ser los mayordomos de tan maravillosa obra.
Es justo en ese preciso instante en el que tengo la oportunidad de reflexionar sobre cada circunstancia que la vida pone frente a mí y la capacidad de decidir qué hacer respecto a los retos, es decir; navegar sobre aguas tranquilas, vientos faborables y la claridad del sol o la luna hacen de la travesía una experiencia placentera, de poca preocupación y relajada, donde puedo admirar y gozar de los beneficios de lo bueno; mas cuando las condiciones cambian y tenemos que navegar a través de tormenta, bajo la obscuridad del cielo, poca visibilidad y vientos encolerados, la travesía no es tan reconfortante ya que todos nuestros sentidos deben enfocarse en la situación presente y hacer uso de todas las habilidades que poseemos para salir avante de dicha tormenta, es ahí donde toda nuestra entereza y capacidad de triunfo se ven cuestionados por los elementos que nos son completamente adversos. Muchos pierden la batalla y terminan naufragando con peligro hasta de perder la vida.
Sin embargo cuando enfrentamos tal realidad y las cosas parecen estar confabuladas para nuestra catástrofe es cuando crecemos más como seres humanos descubriendo que todo aquello que hemos superado hasta entonces no ha sido mas que una preparación para lo que estamos enfrentando.
Tenemos la opción de sucumbir ante tal prueba o armados de fe y convirtiendo nuestro miedo en impulso alentador, salir victoriosos ante tal.
No es fácil, ya que tales retos son de vida o muerte; de la misma manera cada circunstancia que la vida nos arroja debe ser abordada con la misma importancia ya que de nuestra entrega en cada instante depende el siguiente suceso. Nos damos a la batalla con temor, sin fe y con dudas? O nos entregamos con TODO LO QUE SOMOS, TODO LO QUE TENEMOS Y TODA LA PASIÓN E INTENSIDAD QUE DIOS NOS DIÓ PARA CRECER?
El carácter de un individuo no se demuestra navegando por aguas tranquilas, se forja y se hace presente en los momentos más obsucros de su vida...
Mi pregunta y reto hoy son: Ante las tormentas, dejaremos de luchar para naufragar, o vamos a navegar a puerto seguro a pesar de las condiciones? Al final del día es una elección personal.
Si todos y cada uno somos hijos de Dios y Él nos creó a su propia imagen y semejanza, ¿ por qué naufragar?!!!
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